martes, 20 de abril de 2010
NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO RUEGA POR NOSOTROS
AMÉRICA/BRASIL - Los vándalos destruyen una imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro en la Iglesia de Villa Operaria
Teresina, Piaui (Agencia Fides) – En los últimos días de marzo se ha verificado un episodio de vandalismo en la Iglesia Redentorista de San José Obrero en Teresina, Brasil. El guardián informó al párroco que alguien había ingresado en la iglesia y había activado la alarma. El intruso habría ingresado a través del conducto de ventilación. Esperándose un robo, el guardián de la iglesia quedó sorprendido al notar que nada había sido robado, mas confirmar que el rostro de la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro había sido desfigurado y destruido.
y ser ahí restaurada, tras un precedente acto de vandalismo. En la historia de la iglesia es la cuarta vez que se verifica una intrusión, y en todas con el fin de dañar alguna obra de arte sacra. El párroco, Padre En la nota llegada a Agencia Fides, acompañada por fotos, se puede ver el hermoso ícono mariano llevado a esta iglesia desde Roma con la bendición del Papa hace casi 47 años atrás. Durante todo este tiempo fue venerada en la misma iglesia, dejándola solo una vez para ser llevada a Sao PaoloIridian Gonçalves, C.Ss.R., ha condenado duramente el acto de vandalismo realizado por personas que no tienen respeto por la fe de los demás. Durante los precedentes episodios, el acto de vandalismo se realizó del mismo modo: rompiendo el rostro de la imagen del Santo o del ícono. “Las alarmas sonaban pero cuando hemos llegado el ícono ya había sido totalmente destruido. Lo que es más chocante es la brutalidad del acto de vandalismo”, afirmó el párroco.
El acto de vandalismo está siendo investigado por las fuerzas del orden locales que han interrogado algunos testimonios y están buscando a los autores. Los parroquianos están sorprendidos. Una de ellos, María de Jesús Santos, 54 años, dice: “Es la segunda vez, en menos de dos años, que esta imagen de la Virgen sufre un acto de vandalismo. Es inaceptable e irrespetuoso para mi fe y para todo aquello que venero y en que creo desde niña”, afirmó. (CE) (Agencia Fides, 17/04/2010; líneas 23, palabras 357)
MADRE, NO NOS DESAMPARES, AYUDANOS A LOS CRISTIANOS A PERSEVERAR EN LA FE, DE TU HIJO RESUCITADO.
lunes, 12 de abril de 2010
VIGILIA DE ORACIÓN POR LA BEATIFICACIÓN DEL SIERVO DE DIOS JUAN PABLO II
EUROPA/POLONIA - Vigilia de oración por la beatificación de Juan Pablo II promovida por las Obras Misionales Pontificias
Czestochowa (Agencia Fides) – Las Obras Misionales Pontificias de la Arquidiócesis de Czestochowa han promovido una Vigilia de oración y el Llamamiento Mariano por la beatificación del Siervo de Dios Juan Pablo II, con ocasión del 5º aniversario de su muerte, que se celebraba el 2 de abril, y en la vigilia de la fiesta de la Divina Misericordia, por Él tanto amada y promovida. La oración, a la que participarán también otros grupos de jóvenes y representantes de los movimientos eclesiales, se lleva a cabo el sábado 10 de abril a las 21 horas en la iglesia de Santiago Apóstol en Czestochowa.
También en Zawiercie, en la Basílica de los Santos Pedro y Pablo, el Arzobispo Metropolita de Czestochowa, Stanislaw Nowak, presidirá “la marcha del silencio y la oración” y la Santa Misa por la beatificación de Juan Pablo II. En la vigilia de la fiesta de la Divina Misericordia, Santas Misas y oraciones por Juan Pablo II han sido organizadas en toda la Arquidiócesis de Czestochowa y en todo Polonia. (MF/SL) (Agencia Fides 10/04/2010; líneas: 12, palabras: 172)
martes, 6 de abril de 2010
MENSAJE DE PASCUA DE BENEDICTO XVI
“La Pascua es la verdadera salvación de la humanidad”
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 4 de abril de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje de Pascua que pronunció Benedicto XVI este Domingo de Resurrección a mediodía, desde el balcón de la fachada de la Basílica Vaticana, antes de impartir la bendición "urbi et orbi".
"Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est".
"Cantaré al Señor, sublime es su victoria" (Liturgia de las Horas, Pascua, Oficio de Lecturas, Ant. 1).
Queridos hermanos y hermanas:
Os anuncio la Pascua con estas palabras de la Liturgia, que evocan el antiquísimo himno de alabanza de los israelitas después del paso del Mar Rojo. El libro del Éxodo (cf. 15, 19-21) narra cómo, al atravesar el mar a pie enjuto y ver a los egipcios ahogados por las aguas, Miriam, la hermana de Moisés y de Aarón, y las demás mujeres danzaron entonando este canto de júbilo: "Cantaré al Señor, sublime es su victoria, / caballos y carros ha arrojado en el mar". Los cristianos repiten en todo el mundo este canto en la Vigilia pascual, y explican su significado en una oración especial de la misma; es una oración que ahora, bajo la plena luz de la resurrección, hacemos nuestra con alegría: "También ahora, Señor, vemos brillar tus antiguas maravillas, y lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder al librar a un solo pueblo de la persecución del faraón, hoy aseguras la salvación de todas las naciones, haciéndolas renacer por las aguas del bautismo. Te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abraham y miembros del nuevo Israel".
El Evangelio nos ha revelado el cumplimiento de las figuras antiguas: Jesucristo, con su muerte y resurrección, ha liberado al hombre de aquella esclavitud radical que es el pecado, abriéndole el camino hacia la verdadera Tierra prometida, el Reino de Dios, Reino universal de justicia, de amor y de paz. Este "éxodo" se cumple ante todo dentro del hombre mismo, y consiste en un nuevo nacimiento en el Espíritu Santo, fruto del Bautismo que Cristo nos ha dado precisamente en el misterio pascual. El hombre viejo deja el puesto al hombre nuevo; la vida anterior queda atrás, se puede caminar en una vida nueva (cf. Rm 6,4). Pero, el "éxodo" espiritual es fuente de una liberación integral, capaz de renovar cualquier dimensión humana, personal y social.
Sí, hermanos, la Pascua es la verdadera salvación de la humanidad. Si Cristo, el Cordero de Dios, no hubiera derramado su Sangre por nosotros, no tendríamos ninguna esperanza, la muerte sería inevitablemente nuestro destino y el del mundo entero. Pero la Pascua ha invertido la tendencia: la resurrección de Cristo es una nueva creación, como un injerto capaz de regenerar toda la planta. Es un acontecimiento que ha modificado profundamente la orientación de la historia, inclinándola de una vez por todas en la dirección del bien, de la vida y del perdón. ¡Somos libres, estamos salvados! Por eso, desde lo profundo del corazón exultamos: "Cantemos al Señor, sublime es su victoria".
El pueblo cristiano, nacido de las aguas del Bautismo, está llamado a dar testimonio en todo el mundo de esta salvación, a llevar a todos el fruto de la Pascua, que consiste en una vida nueva, liberada del pecado y restaurada en su belleza originaria, en su bondad y verdad. A lo largo de dos mil años, los cristianos, especialmente los santos, han fecundado continuamente la historia con la experiencia viva de la Pascua. La Iglesia es el pueblo del éxodo, porque constantemente vive el misterio pascual difundiendo su fuerza renovadora siempre y en todas partes. También hoy la humanidad necesita un "éxodo", que consista no sólo en retoques superficiales, sino en una conversión espiritual y moral. Necesita la salvación del Evangelio para salir de una crisis profunda y que, por consiguiente, pide cambios profundos, comenzando por las conciencias.
Le pido al Señor Jesús que en Medio Oriente, y en particular en la Tierra santificada con su muerte y resurrección, los Pueblos lleven a cabo un "éxodo" verdadero y definitivo de la guerra y la violencia a la paz y la concordia. Que el Resucitado se dirija a las comunidades cristianas que sufren y son probadas, especialmente en Iraq, dirigiéndoles las palabras de consuelo y de ánimo con que saludó a los Apóstoles en el Cenáculo: "Paz a vosotros" (Jn 20,21).
Que la Pascua de Cristo represente, para aquellos Países Latinoamericanos y del Caribe que sufren un peligroso recrudecimiento de los crímenes relacionados con el narcotráfico, la victoria de la convivencia pacífica y del respeto del bien común. Que la querida población de Haití, devastada por la terrible tragedia del terremoto, lleve a cabo su "éxodo" del luto y la desesperación a una nueva esperanza, con la ayuda de la solidaridad internacional. Que los amados ciudadanos chilenos, asolados por otra grave catástrofe, afronten con tenacidad, y sostenidos por la fe, los trabajos de reconstrucción.
Que se ponga fin, con la fuerza de Jesús resucitado, a los conflictos que siguen provocando en África destrucción y sufrimiento, y se alcance la paz y la reconciliación imprescindibles para el desarrollo. De modo particular, confío al Señor el futuro de la República Democrática del Congo, de Guinea y de Nigeria.
Que el Resucitado sostenga a los cristianos que, como en Pakistán, sufren persecución e incluso la muerte por su fe. Que Él conceda la fuerza para emprender caminos de diálogo y de convivencia serena a los Países afligidos por el terrorismo y las discriminaciones sociales o religiosas. Que la Pascua de Cristo traiga luz y fortaleza a los responsables de todas las Naciones, para que la actividad económica y financiera se rija finalmente por criterios de verdad, de justicia y de ayuda fraterna. Que la potencia salvadora de la resurrección de Cristo colme a toda la humanidad, para que superando las múltiples y trágicas expresiones de una "cultura de la muerte" que se va difundiendo, pueda construir un futuro de amor y de verdad, en el que toda vida humana sea respetada y acogida.
Queridos hermanos y hermanas. La Pascua no consiste en magia alguna. De la misma manera que el pueblo judío se encontró con el desierto, más allá del Mar Rojo, así también la Iglesia, después de la Resurrección, se encuentra con los gozos y esperanzas, los dolores y angustias de la historia. Y, sin embargo, esta historia ha cambiado, ha sido marcada por una alianza nueva y eterna, está realmente abierta al futuro. Por eso, salvados en esperanza, proseguimos nuestra peregrinación llevando en el corazón el canto antiguo y siempre nuevo: "Cantaré al Señor, sublime es su victoria".
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Libreria Editrice Vaticana]
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