VATICANO - En el Mensaje para la Cuaresma el Papa recuerda que el ayuno "para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios”
Ciudad del Vaticano: En su Mensaje para la Cuaresma 2009, titulado "Jesús, después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre" (Mt 4,2), el Santo Padre Benedicto XVI se detiene en el valor y el sentido del ayuno. "La Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública" escribe al Papa. “Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento”.El Santo Padre, citando diversos pasajes del Antiguo Testamento, comenzando por el libro del Génesis, pone en evidencia el hecho de que "puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor". En el Nuevo Testamento, Jesús explica diversas veces la razón profunda del ayuno, "estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios": "el verdadero ayuno… consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34).,… con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia". La práctica del ayuno estuvo muy presente en la primera comunidad cristiana, y también los Padres de la Iglesia hablan "de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del “viejo Adán” y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana”.“En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo" destaca el Papa, subrayando que "ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios". Benedicto XVI invita a continuación a retomar la Constitución Apostólica Pænitemini del Siervo de Dios Pablo VI, para valorizar "el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo”.Además la práctica del ayuno contribuye "a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor… Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios. Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos… Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño”.El Santo Padre invita después a las parroquias y todas las comunidades "a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido”.El Mensaje concluye subrayando que "el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos", y " tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios. Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical". Benedicto XVI invoca la intercesión de la Beata Virgen María, Causa nostrae laetitiae, para que nos acompañe en el camino cuaresmal "y nos sustente en el esfuerzo de liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. (S.L) (Agencia Fides 26/2/2009)
Ciudad del Vaticano: En su Mensaje para la Cuaresma 2009, titulado "Jesús, después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre" (Mt 4,2), el Santo Padre Benedicto XVI se detiene en el valor y el sentido del ayuno. "La Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública" escribe al Papa. “Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento”.El Santo Padre, citando diversos pasajes del Antiguo Testamento, comenzando por el libro del Génesis, pone en evidencia el hecho de que "puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor". En el Nuevo Testamento, Jesús explica diversas veces la razón profunda del ayuno, "estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios": "el verdadero ayuno… consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34).,… con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia". La práctica del ayuno estuvo muy presente en la primera comunidad cristiana, y también los Padres de la Iglesia hablan "de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del “viejo Adán” y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana”.“En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo" destaca el Papa, subrayando que "ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios". Benedicto XVI invita a continuación a retomar la Constitución Apostólica Pænitemini del Siervo de Dios Pablo VI, para valorizar "el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo”.Además la práctica del ayuno contribuye "a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor… Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios. Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos… Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño”.El Santo Padre invita después a las parroquias y todas las comunidades "a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido”.El Mensaje concluye subrayando que "el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos", y " tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios. Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical". Benedicto XVI invoca la intercesión de la Beata Virgen María, Causa nostrae laetitiae, para que nos acompañe en el camino cuaresmal "y nos sustente en el esfuerzo de liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. (S.L) (Agencia Fides 26/2/2009)
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