VATICANO - Mensaje del Papa para la Cuaresma: “formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor” Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 21-22) es el tema del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2010. Benedicto XVI ilustra en primer lugar el significado del término “justicia”: “Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley... Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia ‘distributiva’ no proporciona al ser humano todo ‘lo suyo’ que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios”. Buscando las causas de la injusticia, el Papa afirma que ella es fruto del mal, “no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal... El hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original”. El “vínculo profundo” entre fe en Dios y justicia con el prójimo se encuentra también en la palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia, sedaqah, que significa “por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo, en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda... Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia”. “El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre”, afirma el Santo Padre, en cuanto la justicia de Cristo “Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás... Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad”. El Mensaje termina recordando que “por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor”, y esperando que el tiempo penitencial de la Cuaresma “sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia”. (SL) (Agencia Fides 5/02/2010; líneas 36 palabras 553)
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